El tiempo va dando la razón a esa primera cita en la que nos encontramos, en la que nos dimos cuenta de que nos apetecía saber más de ti y de mí y repetir.
El tiempo siempre juega a favor, al menos, en este caso.
Siguen las mariposas en el estómago durante las horas previas a nuestro encuentro. Sigue la incertidumbre y después, tus ojos y después, la tranquilidad y la confianza. Y luego el deseo latente. Y las risas. Y las caricias. Y nuestros momentos tan nuestros, porque no podrían ser con nadie más.
Y vuelve a pasar el tiempo.
Y vuelvo a echarte de menos.
Y vuelvo a preguntarme cuándo, de nuevo, tú.